Debemos entender el conflicto del bypass como una expresión simultánea de otros “micro-conflictos” que se presentan en la universidad. Existen otras demandas estudiantiles que han tomado la forma de conflictos sociales entrelazados y discontinuos donde el conflicto del bypass funciona como punto de apoyo para movilizar las protestas por otros motivos distintos a la construcción del anillo vial del bypass. Podemos decir que estamos frente a 6 conflictos comprimidos en uno sólo. Así tenemos un pliego estudiantil con 6 demandas puntuales:(i) Ampliar la residencia universitaria, (ii) Mejorar el servicio del comedor, (iii) entrega gratuita del carnet universitario, (iv) solucionar las presuntas irregularidades del concurso público de docentes, (v) Frenar el incremento de los cobros por los laboratorios en diferentes facultades y por supuesto, (vi) la oposición a la construcción del anillo vial del bypass.
Una forma de entender esta gama de “micro-conflictos” en acción es desde la perspectiva de la oportunidad política. El conflicto del bypass es el que tiene más carácter público (por no decir el único) de los otros precisamente porque éste consiste en un enfrentamiento con el alcalde de Lima, un presidenciable que llama la atención de los medios de comunicación. Por ello, concentrar la protesta en este punto es indispensable para que la problemática de San Marcos tenga cierta notoriedad en la prensa y con ello, incrementar la presión hacia las autoridades sanmarquinas. Esto nos pinta un panorama que compromete la misma gobernabilidad de la universidad y el sistema universitario en su conjunto.
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Los hechos de violencia en San Marcos se deben principalmente a la incapacidad del sistema universitario para resolver los conflictos en general y de la ingobernabilidad de la universidad en particular. En general, vemos que el mismo sistema universitario es incapaz de procesar las demandas estudiantiles y las formas de protesta que éstas toman en la actualidad. No existe entidad ni espacio estudiantil que goce del prestigio ni de la legitimidad de los grupos estudiantiles.
En particular, tenemos que la ingobernabilidad en San Marcos tiene jaqueado al rector en sus dos frentes, tanto en el externo como en el interno así como la incacapacidad de la universidad para sastifacer eficiente las demanas estudiantiles señaladas. Por afuera, el rector tiene un conflicto con una municipalidad cuyo alcalde lidera las encuestas presidenciales. Izquierdo asume los costos políticos tanto de la violencia estudiantil (la opinión pública en contra) como de la represión policial (los gremios estudiantiles en contra). Por dentro, tenemos a la Asamblea General de Gremios de San Marcos (AGGSM), entidad difusa (y hasta confusa) que no representa al sanmarquino promedio pero sí al que almuerza en el comedor y duermen en la residencia. Este poder relativo permite a la AGGSM hacer una presión real a las autoridades universitarias, es decir, movilizar la cantidad suficiente de estudiantes para tomar el rectorado y el Centro de Informática.
Como vemos, la realidad de la protesta estudiantil es más compleja y para comprenderla se necesita contrastar las lecturas con trabajo de Campo, al menos con un par de visitas inopinadas. Si no hacemos esto entonces reproduciremos las lecturas reduccionistas y prejuiciosas que señalan como única causa de la violencia estudiantil la existencia de un cultura confrontacional y reivindicativa. Poco o nada podemos entender con este tipo de lecturas. El asunto va por factores particulares o de caso (la incapacidad de San Marcos para sastifacer las demandas estudiantiles descritas) y a aspectos generales o estructurales de alcance nacional (sistema universitario en su conjunto).
PD. Del mismo modo que condenamos la violencia estudiantil debemos condenar la violencia policial contra los estudiantes.
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